Termina un 2020 marcado sin duda por el sorprendente nacimiento express de una nueva Ley Educativa española, y digo sorprendente por su más que discutible oportunismo en la actual situación de pandemia mundial que vivimos. Los nacimientos son, sin duda, motivo de alegría y de nuevas o renovadas ilusiones, sin embargo esta reforma nace precisamente con la mala noticia de no ser una reforma, sino otra ley continuista más para la colección.
Nuestros actuales, y no actuales, dirigentes conciben la educación como algo subordinado a las conveniencias políticas, incluso a las de más corto plazo. El sistema apunta hacia la acumulación memorística, desmedida y efímera de contenidos, a la estandarización tanto de currículos como de pruebas y a su rigidez -para determinar el “éxito o fracaso” del alumnado-, cuando debería apuntar hacia un estudio a un ritmo más lento, hacia la flexibilidad de itinerarios, a la profundización en los temas y a la interrelación de contenidos/conocimientos para la sociedad compleja y multidisciplinar que les espera.
Los alumnos no son adultos en miniatura, sino sujetos específicos, con sus singularidades únicas, contextualizadas y exclusivas, que necesitan sus propios tiempos y formas de aprendizaje. Los antiguos filósofos ya nos advertían del conflicto entre la velocidad (cronos) y el tiempo necesario para hacer las cosas correctamente (kairós). Como dice una célebre cita budista “No pienses que no pasa nada simplemente porque no ves tu crecimiento… las grandes cosas crecen en silencio”.
En este vaivén legislativo desconcertante, los docentes seguiremos dando batalla, creyendo en nuestro alumnado, en su potencial de mejora, marcando la diferencia desde el aula, enseñando desde nuestro ejemplo, dando la mejor versión de nosotros mismos a pesar de obedecer a unas políticas sin sentido, con la misión de preparar al alumnado lo mejor posible para un futuro incierto, su futuro, con la mejor de las posibles herramientas: una formación integral con la premisa de que los resultados académicos son la consecuencia de un adecuado desarrollo interior y esfuerzo personal.
Así pues, los educadores seguiremos apostando sin prisas por facilitarles un futuro mejor a largo plazo.
Deseando que este 2021 traiga lo mejor de nosotros mismos os mando un afectuoso abrazo.
¡Muy feliz año!

“ Mide tus deseos, pesa tus opiniones, cuenta tus palabras. ”
Pitágoras