EL VALOR DE TU ATENCIÓN

No cabe la menor duda que vivimos en un mundo lleno de distracciones, continuos estímulos procedentes de múltiples canales cuya misión es robarnos lo más valioso, nuestra atención, y por tanto, nuestro tiempo

En primer lugar reflexionemos sobre ello con un caso sintomático: 

Es curioso que en determinados contextos de nuestra vida personal, la economía domestica sin ir más lejos, tenemos muy interiorizado el valor y precio de nuestros gastos: la cesta de la compra, la factura del teléfono móvil, llenar el depósito de gasolina… En estos gastos concretos no nos cuesta actuar con “relativa responsabilidad” adaptándonos a nuestras circunstancias económicas de una forma consciente (manirotos/as a parte, jeje…), incluso me atrevería a decir que aunque no lo hagamos somos muy conscientes del valor de los productos que hemos comprado. Sin embargo, no ocurre los mismo con el valor de nuestro tiempo, de nuestra atención.    

Al igual que tomamos conciencia al gastar dinero adquiriendo diferentes productos o servicios, dinero que al final ha requerido de nuestro tiempo de trabajo, ¿cómo es posible que no seamos fácilmente conscientes del tiempo que gastamos en distracciones que no nos acercan a nuestros objetivos? 

Superado el primer paso de la toma de conciencia de nuestro papel de víctimas ante el robo de  la ladrona DISTRACCIÓN, ¿cómo es posible que no nos defendamos, cómo es posible que no pongamos herramientas, barreras ante tal atraco?

  1. El primer razonamiento que se me ocurre es que no valoramos nuestra propia atención, sin embargo  deberíamos, y mucho, al igual que múltiples empresas compiten despiadadamente por ella e invierten ingentes recursos en ampliar y mejorar la eficiencia de su alcance. 
  2. Desgraciadamente, aunque no lo pensemos, como seres humanos nuestra atención es muy limitada, por lo que si la repartimos o interrumpimos entre múltiples tareas o estímulos irrelevantes nos quedará poca para lo realmente importante y la poca que nos quede estará “cansada”. 
  3. Deberemos tener una atención dirigida, libre de interferencias para que la ejecución de nuestras acciones sea lo más satisfactoria posible.

Un buen ejercicio para tomar conciencia del valor de tu atención sería hacernos la siguiente pregunta: ¿Qué actividad hacemos mejor por no prestar atención? La respuesta es evidente: ninguna. Prestar atención potencia y mejora nuestras acciones y a su vez, lo contrario, las degrada. 

Este enfoque está íntimamente relacionado con la atención plena o Mindfulness. Pincha aquí si te interesan unos simples y fáciles consejos para tener un día más Mindfull: con más presencia, más serenidad y con menos estrés, especialmente indicados para los docentes. Podríamos apuntar de una manera muy simplificada que la atención plena es concentrar nuestra conciencia (nuestros pensamientos y emociones) en aquello que está bajo nuestro control, en nuestro radio de acción y únicamente bajo nuestra responsabilidad, que por definición es la acción presente, el aquí y ahora. Se trata de una disciplina experimental que consiste en traer una nueva consciencia de tus sentidos, pensamientos y emociones, con el objetivo último de hacer tus días más significativos y con plena presencia.

La primera derivada evidente de este enfoque de atención plena es la necesidad de reducir muchas cosas superfluas de nuestro entorno, más que superfluas diría distracciones vacías que nos alejan de alcanzar nuestros objetivos en vez de acercarnos (¡Ojo! las pequeñas tareas también son objetivos, alineados con un fin). Cada vez que decimos “sí” a una cosa, estamos diciendo “no” a otras. Somos nosotros mismos quienes estamos decidiendo a qué actividades dedicamos nuestro tiempo. Por ejemplo, si pasamos horas en Instagram o viendo series de Netflix, el problema no es la falta de tiempo para ir hacer manualidades, deporte, arreglar nuestra casa, aprender una nueva receta…, sino las prioridades. Y aquí llega la segunda derivada: proteger nuestra atención, resistirnos para después poder apuntar en la dirección adecuada. En el caso de no contar con una buena fuerza de voluntad una estrategia es eliminar el acceso directo a la distracción, o por lo menos dificultarlo para no caer tan fácilmente en ella. 

Finalmente, como regla de oro para reconducirnos podríamos indicar que la atención que dedicamos a cualquier acción debe corresponder con su valor. El primer paso será pues preguntarnos qué valor le damos a ello, todo dependerá de nuestras prioridades.  

Epicteto y el valor de tu atención.

“Te conviertes en eso a lo que le prestas atención. Si no eliges tus pensamientos, otros los elegirán por ti”. 

EPICTETO

Deja un comentario