Coincidiréis conmigo en que para nosotros, docentes, los esfuerzos por evitar, reprimir, reconducir y, finalmente, sancionar comportamientos disruptivos son ciertamente ingentes y agotadores. Además, pueden conducirnos, o contribuir, a quemarnos profesionalmente. Es quizá, la peor parte de nuestra valiosa y constructiva profesión.
Si tus resultados en esta tarea no son los que te gustarían significa que ha llegado el momento de cambiar de estrategia o práctica, principalmente reactiva para pasar a la proactiva, esto es, anticiparse, o por lo menos, inentarlo.
Puede ser, y ¡ojo! digo puede ser, más efectivo establecer condiciones en las que es menos probable que ocurran las interrupciones/disrupciones que tratarlas una vez ocurridas.

